Los escoltas olvidados: escudos humanos en los años de plomo
Durante los años más duros del terrorismo de ETA, cientos de escoltas privados fueron reclutados de la noche a la mañana para proteger a amenazados en el País Vasco y Navarra. Se trató de una solución de emergencia cuando el gobierno de Aznar comprendió que los medios policiales no eran suficientes para proteger a todos aquellos que vivían bajo la sombra del asesinato.
Pero la realidad de estos escoltas fue dura. Se les armó con una simple pistola de 9 mm Parabellum, sin chaleco antibalas (salvo que se lo compraran con su propio dinero) y sin la formación adecuada en artes marciales o tiro defensivo. La urgencia hizo que muchos fueran contratados sin experiencia real en situaciones de riesgo.
Protección a dos velocidades
Había dos tipos de escolta:
Módulo doble, con vehículo proporcionado por el Ministerio del Interior.
Módulo simple, en el que el escolta debía proteger al amenazado en su propio coche.
Además, llevaban un inhibidor de explosivos, pero esto no compensaba las carencias estructurales de un sistema improvisado.
Relaciones tensas y un clima de desconfianza
La convivencia entre escolta y protegido era una moneda de dos caras. A veces se forjaban amistades que han perdurado hasta hoy. Otras veces, el ambiente de odio y sospecha que envolvía el País Vasco contaminaba la relación. No era raro que el protegido desconfiara de su escolta, o viceversa, por miedo a filtraciones.
El dinero en sobres: salarios sin transparencia
Al principio, los escoltas cobraban en sobres cerrados, sin control ni transparencia. Dependía de la empresa decidir cuánto pagar. Con el tiempo, los salarios pasaron a regularizarse en nómina, pero hubo un período en el que un escolta podía ganar entre 6.000 y 8.000 euros mensuales.
Muchos fueron reclutados por recomendaciones informales: hijos de guardias civiles, de policías nacionales, o incluso jóvenes de Castilla a quienes su alcalde presentaba ante un comandante de la Guardia Civil para que "les consiguiera algo".
El olvido institucional
Hoy, esos escoltas han sido relegados al olvido. Las asociaciones de víctimas de terrorismo, que deberían ser sus principales defensoras, callan porque dependen de los fondos del Estado. Y los políticos que fueron protegidos por ellos prefieren no remover el pasado, porque reconocer su labor implicaría abrir el melón de indemnizaciones y compensaciones.
Antonio Valcárcel
Jefe de Seguridad y protegido
Víctima de ETA.
Se está enterrando la memoria de quienes fueron auténticos escudos humanos. Por eso es necesario hablar alto y claro: los escoltas también fueron víctimas del terrorismo. Merecen reconocimiento, justicia y memoria.