PROSA LLENA DE VINO.
Te quise tanto... Que me arruine en quereres.
-Roncaba mi vehículo por la carretera, rumbo a Haro, tierra de buen vino y bodegas centenarias. A mi derecha, las cepas, preñadas de brotes, alzaban sus brazos verdes hacia el sol, ansiosas por nacer. La tarde era dorada y serena, pero la noche ya anunciaba su mordisco: descendería hasta los cuatro grados. Tal vez no sea ese el abrigo que los retoños necesitan, esos sarmientos que sueñan con la luz.
Y yo, con mi soledad a cuestas, llevo tanto tiempo buscándote… Y, sin embargo, no retoña la primavera en mi pecho como cuando tenía veinte años. Tu cuerpo entre mis brazos era entonces un milagro: te besaba con sed de amor, como un sabueso que olfatea la esencia más profunda de la mujer deseada.
Así como el buen yantar necesita un vino a su altura —ya sea de La Rioja o de la Ribera del Duero—, mi alma sigue buscando su maridaje perfecto: tu piel, tu voz, tu risa, tus cabellos sedosos agitados por un viento atrevido y sin conocimiento.
Te quise tanto… que me arruiné en quereres.
Antonio Valcárcel
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